Atrapado. Encadenado. Torturado.
La existencia no es más que un breve lapso de solitario olvido entre abruptos riscos de pura agonía. Tal vez hubo otra vida fuera de la oscuridad de la jaula. Una vida de carne intacta y alma entera. Sin ganchos de hierro, sin máquinas de madera de torvo propósito, sin tensas tiras de cuero. Hombres de faces descubiertas a los que no rogar desesperado.
Miento. No estoy solo. Mis eternos compañeros jamás me abandonan. La dama de hierro sigue ahí mirándome, mostrándome su sardónica y expectante sonrisa metálica de un modo tan incitante que casi echo en falta su punzante y sombrío interior. Pero ahora me engaña con otro inesperado amante. Puedo oír sus débiles gemidos dentro de ella. Las ratas se abalanzan desde la negrura de su cubil para lamer la sangre que rezuma a sus pies. Luego desearán algo más. Y lo tendrán. A mí me tuvieron.
El creciente rumor de pasos ominosamente silenciosos llena el hediondo aire. Ya llegan.
Ya llegan.
¿Quién será su presa esta vez?
Tal vez el viejo sin ojos a mi izquierda. No puede ver ni oír, pero tiene un espléndido olfato y habiendo ya olisqueado su llegada, empieza a temblar y convulsionarse. Les encanta el pobre diablo. Sus locos aullidos se clavan en mi mente tan intensos que deseo que sea torturado.
Mi compañero a la derecha es diferente. Deliciosamente silencioso. Su rostro siempre logra de algún modo hacerme llegar una miríada de profundos y elaborados pensamientos, y de tal guisa, solemos entretenernos manteniendo una taciturna charla privada. Le cortaron la lengua.
También está el chico. Una expresión ausente de total locura reina en su estólido rostro. Sus llorosos ojos brillan animalescos. Hace mucho tiempo, lo llevaron aparte y le infligieron un castigo demasiado duro para ser presenciado. Eso me da miedo. Hasta los torturadores se avergüenzan. Y futuros pecados sangrientos les servirán para perdonarse los pasados. Sobre cuerpos demolidos y vencidas, sojuzgadas voluntades.
Ya llegan.
Es tétrico. Y desesperanzador. El "Ya llegan" me recuerda a los tambores de guerra, cada vez más cerca y más fuerte, hasta que se escucha el último. Un gran recurso.
ResponderEliminarP.S: Imagino que por mi seudónimo me habrás reconocido ^_^