Escribo
esto porque algunas personas
no
deberían olvidarse,
para
que el alud de lo ordinario
no
ahogue implacable
el
brote inesperado de invierno.
Me
encontraste en la tarde
del
cinco de diciembre,
de
oscuridad rauda
y frío
insolente,
me
pediste algo
y yo te
entregué
un
mezquino euro,
me
diste la mano
y no la
soltaste,
no
entendí bien
todo lo
que dijiste
pero en
tus palabras
había
búsqueda
de
orgullo y dignidad semienterrados
por el
olor a alcohol arcaico y vencedor;
te dije
‘no te pierdas’,
me
abrazaste con fuerza
y me
besaste la mejilla barbada
como lo
haría un hijo.
Desnudaste
tu alma asendereada
para mí,
tu alma
de boxeador caído,
de
vagabundo en la noche,
un alma
que no sabía que necesitaba
y solo
me costó
un mezquino euro.(Foto: bellimarco)
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