lunes, 10 de diciembre de 2018

Cuentos de "El Eskrull Achispado" (30)

En la Dimensión Negruzca, nada más salir de "El Eskrull Achispado", todo tieso durante unos cuantos milloncillos de kilómetros místicos y luego a mano derecha en llegando a la barrera que contiene a los Descerebraos, se halla la morada de Duermenmú, la entidad suprema de pura energía mística con tendencia a alargar la siesta. Vayamos a echar un vistacillo discreto, a ver qué se cuece allí. No es que Nos, el Apolíneo Narrador Omnisciente Fuera del Cuento tengamos nada que temer, es solo que, para ser una entidad mística y todo eso, Duermenmú tiene muy mala baba, y su hermana, la Maru, ni te cuento. Pues eso. Yo sus he avisao.

Envuelto en la eterna oscuridad preternatural de sus dominios, Duermenmú frunció el ceño, resuelto a no caer en la batalla de poder a poder con el hechicero adversario. Gruesas gotas de sudor brotaban de su frente para extinguirse ipso facto con eso de que tiene la cabeza igual que una cerilla muy gorda siempre encendida.
-¡Amuleto de Cynturak! -exclamó Duermenmú.
Su oponente, el Barón Gordo, esbozó una media sonrisa aviesa y contraatacó:
-¡Manzanas doradas de Irún!
Duermenmú acusó el golpe. Pero seguía siendo el soberano de la Dimensión Negruzca en plenitud de fuerzas. Otros lo habían intentado antes sin éxito.
-¡Suero del Serafín!
-¡Anillos de rubí de Rasgadorr! -contraatacó sin piedad el Barón Gordo.
-¡Corona Serpentina! -trató de recuperarse Duermenmú.
-¡Llamas de los Faltones! -soltó el Barón Gordo.
Por primera vez en eones, Duermenmú pareció vacilar. La llama de su cabeza empezó a agitarse. En la Dimensión Negruzca, con lo grande que es, hay bastante corriente, que conste.
-¡Mano de los Guishanti! -replicó el soberano de la Dimensión Negruzca.
 -¡Bastón del Tribunal Vividor! -Los mezquinos ojos del Barón Gordo brillaron de júbilo.
-¡Mantón de Supremacía! -fue la respuesta a la desesperada de Duermenmú.
-¡Espada de la Penúltima Sombra! -remató el Barón Gordo, triunfante.
-Es la última vez que juego contigo al Apalabrados, hombre. Es que ya te vale -se enfadó Duermenmú.
-El que se pica...
En estas que entró en escena la Maru. Y decimos que entró en escena porque puerta, lo que se dice puerta, no había ninguna a mano por la que entrar.
-Oye, hermano...
-¿Qué pasa?
-¡Ojito con esos modales! ¡Esas no son formas de dirigirte a tu hermana!
-Venga, Maru, no te me enchotes. Perdona, mujer.
-Así está mejor. Una cosa: ¿has leído el último número del Supertipos? -preguntó la Maru a su hermano, mostrándole la revista con el Doctor Rarillo en portada.

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