En la cabina de mandos del Kinjet, repantingado en el asiento del piloto, Juanqui McCoy, la adorable y
peluda Bestiola, resolvía con sus ágiles pies un cubo de Rubik mientras intentaba
distraerse leyendo “La montaña mágica” de Thomas Mann en versión original. De
cuando en cuando, la azulada Bestiola echaba un nada disimulado vistazo por
encima de sus anteojos a su adusto compañero de viaje. El Tigre Pálido no se
daba por aludido.
—Eh, Tigre, ¿hace una partida de
cartas? Me juego la nómina de los Vindicadores al Hold’em.
—No —declinó la oferta el Tigre Pálido.
La Bestiola soltó
un bufido. Incluso en el Kinjet, el viaje hasta África se le iba a hacer muy
largo. Era una pena que Monsi Williams, el Hombre Maravillado, estuviera ocupado
rodando el piloto de una teleserie barata. Si bien no habría podido bajar a tierra
—las instrucciones de la misión eran claras, sólo superhéroes con poderes
animales, capaces de manejarse con sigilo en la jungla—, al menos Monsi le
habría dado algo de conversación. El Tigre Pálido era más del tipo
minoría-étnica-salida-del-gueto-carente-de-humor. El mismo Zorrezno en pleno
ataque de cefalea en racimo hubiera animado más el trayecto. Por un instante,
los pensamientos de Juanqui derivaron hacia Trisky Tilby. Su relación con la
periodista no iba muy allá de un tiempo a esta parte; así que la Bestiola volvió a centrarse
en los detalles de su misión. Unos detalles grandes, con garras y colmillos:
Karmen el Cazador, Kalibán, Guay Child, Jacobo Rosel el Lobisome, Piños de Sable, Güendigo, Loba Viperina… y Acosador Nocturno al
mando.
—Están entrando en el reino de Guakanda. Identifíquense o serán derribados —atronaron unos drones salidos de la
nada.
—Oh, mis barras y estrellas… Soy
yo, Ta´challa. Juanqui McCoy, la azul e hirsuta Bestiola. Siento el retraso. Ah, él es
el Tigre Pálido. No habla mucho.
—Os estaba esperando. El destino
de Guakanda, el del vibrantonio, dependen de vosotros. —El gesto del holograma
proyectado por los drones era ceñudo.
La Bestiola
sintió el sudor corriendo por su velluda espalda índigo. Uno no hace esperar a
la Panthera Negra.
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