-Hola, Cleta, amor mío -saludó a su señora el Doctor Rarillo.
-¿No estarás jugando a las cartas con tus amigotes? -le acusó Cleta con un dedo del que brotaron chispas esotéricas.
-No, no... qué va. Qué cosas tienes, cari. Les estaba leyendo el tarot místico a estos señores.
-¿Y qué te revelaban las cartas en este preciso instante? -preguntó Cleta, señalando hacia los duples de sotas-cuatros vueltos del revés sobre el tapete de fieltro verde de la mesa abarrotada de bebidas espirituosas.
-Pues... que los designios del arcano se envuelven en un oscuro velo de sombras y esas cosas.
-Sobre todo para ella, que es ciega -terció Bumerang desde su banqueta en la barra.
-La madre que te parió, lanzacosas de pacotilla -le dijo Madame Güeb.
-Eso ha dolido -se quejó Bumerang.
La Kosa iba a intervenir, pero en ese preciso instante le vino a la cabeza su próstata y optó por dejarlo correr.
-Esa era la idea -aclaró Madame Güeb-. Oye, Doctor Rarillo, siéntate a la mesa de una vez y dile al moñas de Estrella que venga también, que así no hay manera de echar una partidita de mus en condiciones.
-Estoy muy triste -musitó Estrella Plateada sin volverse, acodado sobre su litrona.
-¡AY! -gritó el Doctor Rarillo, frotándose el brazo-. ¿A qué has venido, mi pichurrina?
-¡BASTA! -La estentórea voz de la Maru retumbó por todos los recovecos del Eskrull Achispado.
Rayao Negro, con una sonrisa apreciativa, escribió en su pizarrín de tapadillo, pasándoselo a Gorigon:
-"Averigua si está soltera. A Dedusa, ni mu".
Gorigon asintió y aprovechó la orden real para acercarse al mostrador y pedirle a Marlene Milagros de Todos los Santos otra ración de pistachos.
-Es lo que iba a decir yo... -dijo Duermenmú.
-¡Pues haberlo dicho, hombre! -le reprochó la Maru-. Mucha omnipotencia, mucha omnipotencia pero luego no te impones.
-¿A qué has venido, tío Duerm...? Quiero decir: ¡Por los Guishanti! ¿Qué buscas en este santuario de paz, ente impío? ¿Acaso pretendes arrebatarme mi preciado Ojo de Amaretto? ¿O acaso buscas un portal a la Tierra? El Doctor Rarillo comenzó a conjurar el Escudo del Serafino y los gélidos Vientos de Guachoomb por si acaso. Lo primero era lo primero; de vuelta en su Sancta Casa ya se cuidaría el catarro mediante meditación, ayuno, transubstanciación, Frenadol y mantita de lana.
-NADA DE ESO, SOBRIN... MISERABLE HECHICERO.
-ASÍ ESTÁ MEJOR, TATO -dijo la Maru en voz bien alta.
-¿Mi Capa de Evitación?
Duermenmú negó con la cabeza.
-¿Algún grimorio prohibido? ¿El Darkoldo, el Negrocomilón, el Libro Magno de San Cipriano?
-VENGO POR EL ALQUILER.
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