Hoy te has ido y es extraño, porque no me siento huérfano de ti. No me siento solo. "Estaré en el éter", decías. Seguro que es por eso: una madre nunca se equivoca.
Ahora estás para siempre en tu Tarazona del alma, con tus padres Agustina y Gregorio, jugando enfrente de tu casa con tus amigas, subiéndote a los árboles, disfrutando del color de los cerezos. Con tus hermanas Nines y Tere; con la señora Paca y el señor Sebastián... Con tantos otros que te quieren.
Hoy estás con todos ellos en ese cielo en el que yo no creo.
Y aquí abajo también te seguimos queriendo.
Te seguimos queriendo. Te amo, mimomito, te amo.
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