-¡Ajum! -carraspeó la Kosa sin necesidad por tercera vez.
-Pues es bonito este sitio -se arrancó Bumerang.
-A días -dijo Madame Gueb.
-Parece que tardan -comentó la Kosa, mirándose el Casio de la rocosa muñeca.
-Jalactus está bastante mayor -aclaró ella.
-¿Y?
-Problemas de próstata.
-Oiga -se animó Bumerang- ¿cómo hace usted para ver sus cartas? Lo digo por eso de que está ciega y todo eso...
-Las profetizo sobre la marcha.
-¿Y no le supone mucho esfuerzo? -preguntó Bumerang.
-No más que trabar conversaciones idiotas de ascensor.
-¿Podrías profetizarme qué tal llevo la próstata? -le pidió Grima.
-Soy clarividente, no hago milagros. Que te la vea tu proctólogo.
En ese momento, una pesadez ominosa cargada de electrones sumió en el silencio a todos los parroquianos y, en el excusado, al doctor Rarillo se le cortó el chorro. El silencio no tardó en ser roto, primero por el estruendo contra el suelo de baldosa de un plato de boquerones en vinagre y acto seguido, por el berrido de Minimus al tratar de ocultarse apoyándose contra la mohosa espalda del Hombre Kosa.
-¡AAAAAHHHHH! ¡MIS MANOOOOSSS! ¡ME ARDEEEEENNNN!
El doctor Sillas se encogió de hombros mostrando las palmas de sus pantanosas manazas.
-Si es que no escuchas, Minimus -le echó en cara Ojo Falcónido, bajando los pies de la mesa y girándose para contemplar a la regia figura que entraba por la puerta de "El Eskrull Achispado".
-Hombre, Rayao Negro -saludó Grima, yendo hacia el monarca antihumano y dejando colgado a Bumerang con Madame Gueb.
-Esto... parece que va a llover, ¿no? Está el ambiente muy cargado -dijo Bumerang.
-Voy al baño -se excusó Madame Gueb.
-¿A empolvarse la cara?
-Sí. Después de cambiarle el agua al canario.
-Ah. Nada, nada...
El doctor Sillas echó una ojeada al quejicoso Minimus, que se estaba soplando las palmas y luego miró a Ojo Falcónido, apuntándose con el índice hacia la sien y dándole vueltas.
-Se lleva fatal con su hermano.
El doctor Sillas alzó la barbilla y la protruyó dos veces haciendo bailar sus apestosas carúnculas faciales.
-Cosas de familia, amigo Sillas. Que si el trono es mío, que si te lo birlo y te pongo unas cadenas bien gordas, que si me cargo a los papás sin querer, que si aprisiono a los antihumanos en la zona depresiva... El caso es que Rayao Negro no le dirige la palabra a Minimus desde que nació. Y claro, hablando se entiende la gente -bisbiseó Ojo Falcónido para que Rayao Negro no se pispara.
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