-No hay derecho, no señor -masculló Toño Starsky, la mirada fija en la jarra de zarzaparrilla-. Da uno lo mejor de sí mismo, y así se lo agradecen... Sic transit gloria mundi...
-Et cum spiritu tuo. Oye, Hombre de Lata, ¿te importa si te dejo solo un momentito? -le preguntó Jocaspa, que acababa de terminarse su chupito de 3-EN-UNO.
-Sí...
-¿Sí te importa?
-Ya...
-¿Me estás escuchando?
-Vale...
-Voy a pedirle a las dos Cerillas Humanas que me fundan y te sirvan la colada resultante en una jarra grande.
-Claro...
-Hala a cascarla.
-Ajá...
-Estrella Plateada, tenemos que hablar -llamó Jocaspa.
-¿Has oído eso? -preguntó Ben Grima desde la mesa vecina a la del Hombre de Lata.
-Montones de veces -admitió Bumerang.
Tras un breve bisbiseo, el centenar largo de supertipos y los diecinueve mil y pico antihumanos de "El Eskrull Achispado" guardaron silencio e hicieron oreja.
-¿Sí, querida mía? -se acercó Estrella tras salir de los lavabos.
-No eres tú, Estrella. Soy yo.
-No eres tú, Estrella. Soy yo.
-¿Hay
otro?
-Sí.
Piños de Sable es muy sensible y le gustan los haikus.
-¿Piños
de Sable? ¿Me dejas por semejante paquete?
-Pues
sí, ahora que lo dices.
-Me hubiera leído la letra pequeña antes de firmar –se lamentó Estrella Plateada-. Otro gallo cantaría...
¿Lloran las robotas casquivanas tirando a sensibles? ¿Y los heraldos de Jalactus? (habría que leerse todo el contrato y aunque Nos seamos omnipotentes, tenemos una vida como todo quisque). Nunca lo sabremos: Duermenmú, la Maru y la hija de la Maru eligieron ese momento para dejarse caer por la taberna y soltar un tufo a grimorio del bueno.
Los tres recién llegados desde la Dimensión Negruzca habían recorrido los millones de kilómetros místicos - unidad de medida un tanto sobrevalorada- en un periquete. Arcano, pero periquete.
-¿Otra Cerilla Humana? -se extrañaron a la par Juanito Tormenta y la Cerilla Humana Original.
-Sí, pero esta es de las sobrenaturales -explicó Jacobo Frisqui.
-Seguro que él sabe calentarme la salchicha -dijo el Hombre Sorbete.
-Las pibas están bien buenas -comentó Minimus, dándole una palmada en el brazo al Hombre Kosa-. ¡AAAAHHHH!
-¡Mi madre! -exclamó Ojo Falcónido.
-¡Su abuela! -soltó Jalactus.
-¡Mi suegra! ¡Mi esposa! ¡Mi tío político! -dijo el Doctor Rarillo, guardando a toda prisa sus duples de sotas-cuatros.
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