-Sí, sí que he hecho seña, por los Guishanti, ¿satisfecha?
-Ajá -asintió Madame Güeb.
-Juego sí -dijo el Doctor Rarillo.
-Juego sí -coincidió Madame Güeb.
-Juego no -refunfuñó Jalactus.
-Juego sí -dijo Estrella Plateada.
-Paso -dijo Esteban Rarillo.
-Paso -dijo Madame Güeb.
-Envido -se lanzó Estrella Plateada.
-¡Órdago! -gritó triunfal el Doctor Rarillo.
-Estrella, estate al juego, coño, que habían hecho seña. Siempre con la cabeza en las nubes... -le reprochó Madame Güeb a su compañero-. No queremos.
-Tengo hambre -dejó caer Jalactus, poniendo a la maciza camarera en un aprieto.
-¿Alguno habéis oído lo que se traen la Kosa y Bumerang? -preguntó el Doctor Rarillo.
-Yo sí. Soy omnipotente -se jactó Jalactus-. Pero no te lo digo.
-Yo puedo decirte lo que hablarán mañana. Pero no me da la gana -soltó Madame Güeb.
-¿Eh? ¿Qué? -preguntó Estrella Plateada.
-¿Por qué no usas tu Ojo de Amaretto? -sugirió Jalactus.
-Está con conjuntivitis -se lamentó el Doctor Rarillo.
Mientras tanto, en una mesa apartada entre las sombras, el Hombre Kosa hacía una seña a la joven camarera.
-Usted dirá, Doctor Sillas.
El Hombre Kosa pasó por alto el comentario y señaló en la carta tres veces el número 37: Boquerones en vinagre.
-¿Algo de beber?
El Doctor Sillas arañó la respuesta sobre la mesa.
-Agua del pantano no tenemos. ¿Coca Cola, Kas, Konga, Bezoya?
El Hombre Kosa negó con la cabeza.
-Agarrao -murmuró según volvía a la barra nuestra encantadora camarera, a la que en adelante llamaremos Marlene Milagros de Todos los Santos.
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