-Pues estamos listos -se lamentó Ben Grima.
-¿Para la colecta? Ya era hora -dijo Esteban Rarillo.
-¿Y quién pasa la gorra? -preguntó Bumerang.
Los veinte mil clientes de "El Eskrull Achispado" guardaron un respetuoso silencio.
-Yo no -dijo la Kosa por fin.
-Yo menos -comentó Estrella Plateada-. Es que es muy violento.
-Hace falta tener pelotas -dijo Ojo Falcónido desde su mesa.
-Tampoco hay que hurgar tanto en la herida, jopé -se quejó Estrella.
-No sus preocupéis, dejadlo en manos del círculo de los siete hierofantes místicos. Bueno, seis, que el señor de Burgos iba con mucha prisa y al final se tuvo que ir.
-¿Os vais a reunir otra vez en el plano astral para soltar sandeces? -preguntó Madame Güeb.
-No, ya lo hemos hecho. O sea, menos lo de las sandeces. La presciencia es uno de los muchos dones que nos adornan, sobre todo a mí.
-A ver si adivinas quién te va a acabar dando un sopapo -le sugirió Grima.
-Tras arduas deliberaciones, Hermano Yuyu, Daga de Alpaca, Majica, Pesadillo, la Bruja Escarchada y yo hemos decidido quién debe encargarse de recoger las aportaciones.
-¿Quién? -preguntaron un montón de parroquianos curiosos.
-Flecha Rijosa.
-¡No j...! -se escandalizó Ben Grima.
-¡Hasta ahí podíamos llegar! -abundó con algo más de detalle Ojo Falcónido, cayéndose de espaldas con silla y todo.
-Ojo Falcónido es mejor que Flecha Rijosa de aquí a Roma. Y yo soy mejor que Ojo Falcónido, que me lo ha dicho él.
-¡Si no queríais ser nadie! -se extrañó el Doctor Rarillo.
-Pues haberlo hecho a pito pito gorgorito, hombre -dijo Juanito Tormenta desde la mesa de congelados y churrascos.
-Cualquier cosa antes que alguien de la competencia -añadió Carnac-. Voy a dejar de comer nueces, ya está bien.
-Cura sana, cura sana... -canturreó Jocaspa, cogiéndole la mano.
-No se puede ir contra los designios del destino, ea. Dedusa, Maza, Minimus, Hombre Kosa, ¿os importa poneros aquí? Bien juntos.
-¿Es para foto? -preguntó Julk.
-No me simpatizas, Minimus -aclaró Dedusa, antes de pasarle el pelo sobre los hombros.
-¡ARRGGGGHHHHH! -chilló Minimus, soplándose como loco la palma derecha.
El Hombre Kosa puso cara de no haber sido él quien había tocado a Minimus.
-Muchas gracias, doctor Sillas, ya puede usted sentarse -dijo Esteban Rarillo-. ¿Algún voluntario para sustituirlo?
-Yo mismo, qué canastos -se ofreció el Caballero Lunático, saliendo de entre las sombras.
-¡Por los colmillos del Faralá, vente p´acá!
Acto seguido, un umbral de colorines de esos muy chulos como en las pelis se abrió, tragándose a Dedusa, Minimus, Julk y el Caballero Lunático y escupiendo después a un aturdido Flecha Rijosa.
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