Agazapados en la cima del Monte de Vibrantonio, los tres villanos aguardan, al acecho de sus inocentes presas. Solo que estas se lo están tomando con mucha calma, y tanto aguardar agachado ya cansa.
-Me duelen las rodillas -se queja Uña Amarilla.
-Lombriz en cebo, paciencia infinita, trucha en asado -le reconviene el Mandarino.
-Lo que tú digas, pero esto ya se pasa de castaño oscuro -insiste Uña Amarilla.
-Pues a mí me están entrando unas ganas de mutar que no veas -comenta Piños de Sable-. ¡Eh, ya vienen!
Uña Amarilla y el Mandarino alzan la vista al cielo sobre el dosel de la jungla.
-¡Ya estoy aquí, cacho carnuces! -saluda Zorrezno, aparcando su aeronave al lado de los tres.
-¿Por qué has tardado tanto, Jaimito? -pregunta Piños de Sable-
-Mecagontusmuelas, ¿te llamo yo a ti Victorino Leoncio? Pues eso. He tenido que alquilar un trastero para el estocaje de unas mercancías que he adquirido recientemente. Un huevo de mercancías. Cuando se pongan de moda otra vez, es que me forro.
-¿Eso que pilotas es un fantasticarro, oloroso occidental patilludo? -se interesa Uña Amarilla.
-Sí. Me lo ha prestado Ben Grima, que lo tenía aparcado justo al lado del bar. -Zorrezno se cosca de la mirada incrédula de Piños de Sable-. Bueno, no, ¿qué pasa? Tenía prisa. Le hice un puente y a correr, coño. ¿Aún no ha llegado la CENSORED Panthera y su panda de pelanas?
-Semilla en surco, quietud aparente, fruto a la luenga -asegura el Mandarino.
-¿Ein? -pregunta Zorrezno.
-Que dice aquí el amigo que esto es como los Ferrero Rocher, que lo bueno se hace esperar -traduce Piños de Sable.
-¿Y cómo pensáis atraparlos, so mostrencos?
-Mi buen amigo Chen Cho, más conocido en el gremio como Fu Manchulo, quien estaba camuflado en el baño de señoras de "El Eskrull Achispado", se ha enterado de todo y me ha hecho una perdida -explica el Mandarino-. Así que he dispuesto la ingeniosa trampa que ves ahí delante, con uno de mis anillos como señuelo como si fuera un Pedrolo.
-No veo yo qué tiene de ingenioso un cepo ratonero -dice Zorrezno.
-Eso es porque como miserable yangguizi canadiense que eres, no puedes apreciar la delicada sutileza oriental de mis maniobras -se jacta el Mandarino.
-Nuestras maniobras. A ver si no quién ha armado el cepo -precisa Uña Amarilla.
-El anillo ese que has puesto de cebo... ¿no será de los chinos? -se carcajea Zorrezno.
-No entiendo, risueño americano patilludo -dice el Mandarino, perplejo.
-Nada, hombre, déjalo. Qué risa más tonta me ha entrao, hombre. Si no fuera por estos ratos...
-¿Tiene algún poder? -pregunta Piños de Sable.
-Lanza gases mortales.
-Hubieras puesto a Jaimito debajo del cepo con una lata de judías -se parte el pecho Piños de Sable.
-Mira tú qué chisposo el hijoCENSORED.
Las carcajadas de Victorino terminan por cesar, cual hojas que caen de cerezo de otoño, y pronto los envuelve un espeso manto de silencio, que en plena jungla es algo que da bastante calor.
-Aquí no viene nadie -dice Uña Amarilla-. Yo estoy que me voy.
-Paciencia, mi servicial acólito. Ni que fueras un despreciable morador de tierras del poniente como nuestros afables aliados con evidentes problemas de higiene personal.
-Tú vuelve a llamarme "servicial acólito" y verás.
-Yo me ducho todos los meses -asegura Piños de Sable-. Aunque no haga falta.
-Estamos haciendo el canelo, pedazo mostrencos. Voy a reconocer los alrededores.
Zorrezno se aleja y al poco vuelve.
-Eh, capullos, ¿no sabréis de un bar que pongan churros aquí en Guakanda?
FIN
¡Logrado! Lo lograste, Mimomito bello. Felicitaciones, mi amor, y gracias por compartir tus voces gratas, divertidas y magistralmente hiladas. Te adoro.
ResponderEliminarGracias, momita hermosa. Han sido casi dos años para llegar aquí, divirtiéndome por el camino. Te quiero, coscorrita.
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