viernes, 1 de mayo de 2020

Cuentos de "El Eskrull Achispado" (97)

-¡Eh, Hombre de Lata, vente para aquí! -llamó Himeneo a gritos-. Que en esta mesa quedamos los mejores: Herculino, Venancio y la capitana Marred. ¡Menudos pringaos los que se han ido!
Toño Starsky se acercó dubitativo a la mesa.
-¿Os sobra algo de priva?
-Sorry, Toñete -le dijo Himeneo-. Somos amigos del alma y tal, pero eso no me lo pidas.
-Ya imaginaba, ya. Espera, que me traigo la zarzaparrilla.
-¡Otra jarra, chata! ¡No, que sean dos! -berreó Herculino.
-¿Vas a invitarme? -se esperanzó el Hombre de Lata.
-No, es que tengo mucha sed.
-Ah.
-Vamos a cerrar -avisó Marlene desde la barra.
-Hola, guapo, ¿quieres bailar conmigo? -preguntó la Capitana Marred.
-No, gracias, Carolina -rechazó la oferta Toño Starsky.
-Y luego nos acostamos. Es que estoy un pelín beoda, ¿sabes?
-Otro día.
-¿Es que no te gusto? ¿No te gusta la Capitana Marred? Pues tengo más nombres si quieres: Carolina Damborenea, Vinaria y Pájara Guarra. Si quieres te acuestas con todas nosotras.
-A mí sí me gustas -se lanzó Venancio, aprovechando que iba un poco piripi.
-Que te den, lengudo.
-¡Eh, Hérculino! Échame un pulso -lo desafió Venancio.
-Yo doy la señal, chavales -se ofreció Himeneo-. Una, dos, tr...
-¡Mi brazo! -gimoteó Venancio-. ¡Has hecho trampa! ¡Te voy a matar! -dijo antes de quedarse roque.
-Y sin soltar la jarra -se pavoneó Herculino, girándose hacia la barra-. ¿Te he contado la vez que tumbé a Thordo bebiendo, nena? ¿A que es para mondarse?
-Las primeras cincuenta y seis veces, sí -admitió Marlene-. Y no me llames nena. Va, arreando.
-¡Dame un abrazo, compañero del alma! Te quiero mucho mucho -saltó Venancio, que volvía a estar consciente.
-No sé, Hombre de Lata, te noto distinto -dijo Himeneo.
-Ahora que lo dices, va a ser que sí: lo veo todo con inusitada y meridiana claridad, los colores son más brillantes, las voces más inteligibles, mi cerebro funciona acelerado y las ideas brotan raudas como nunca. Mi pulso es firme cual roca y mi cuerpo es mi templo.
-A ver si vas a estar sobrio.
-¿Sobrio, yo? Lo que estoy es ebrio de sobriedad.
-Eres la bomba, en serio. ¿Querrías venir a dar una charla a Dipsomaníacos Notorios? Serías toda una inspiración para los muchachos. Una curda de zarzaparrilla, nada menos...
-Cómo no, amigo Himeneo. ¿Puedo llamarte Himen?
-Casi que no.
-Y que siempre tenga una que echar a los mismos bandarras... ¡Largo de aquí! ¡A dormirla a casita! -chilló Marlene desde la barra.

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