Tuane asciende por la montaña sagrada. No ha sido fácil para él profanar
Uluru, pero los blancos lo han obligado, como obligaron a su pueblo a abandonar
las tierras natales. Los ingleses, que derriban emúes en plena carrera con sus
armas de trueno sin darles la importancia debida. Él no es como ellos. Es un
aborigen. Tuane hace un alto en el ascenso y sopla su didgeridoo para pedir
perdón a la montaña en mitad del desierto. Espera también que Uluru le dé
permiso para adentrarse en el Tiempo del Sueño una vez más, una última vez.
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