Pedí que volvieras con el cierzo de la margen izquierda, la orilla tabú que
marca nuestra frontera, y lo has hecho, cambiada: desnuda, angulosa, enjuta y
desgreñada cual ginestra, los dientes limados como las heréticas hienas que adoran
del otro lado del torrencial padre Ébero; la mano de la alzada lanza sin
meñique. Nuestros enemigos se lo arrancan a mordiscos para sus dioses.
Podría avisar a la tribu.
Tus ojos de caracal se hunden en mí y luego se posan en mi diestra. "Ven
conmigo", dicen. No lo repetirán.
Sumido en tu recuerdo, contemplo mi mano sabiendo que no tengo valor. Que
nuestro encuentro termina aquí.
Dios, cuánto te admiro mi amor bello. Mimomito hermoso.
ResponderEliminarMany thankyous, mamamorrrr :)...
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